#MicroCuento
Se los rogué... (repito, llorando desolado)

— Por favor, en verdad te lo suplico... NO.
(Digo... Pero el verdugo, no hace más que suspirar, me da una mirada de pesar genuino mientras desliza la intravenosa en mi brazo)
[un golpe!]
El capellán llega, se sienta a mi lado: Una vez que presione el botón las drogas serán administradas de manera rápida y en sucesión, la pérdida del conocimiento ocurrirá en más o menos treinta segundos y la muerte vendrá poco después.
- Me explica; (Aunque ya he oído lo mismo muchas veces)
El pregunta; Hay algo que te gustaría decir?
—Por favor, Le ruego que no lo hagan...
El capellán asiente con tristeza, decepcionado.
Pregunta, porque nadie encara a el verdugo con una consciencia limpia?
(Pero ese es el asunto.
Nunca he asesinado a nadie.
Ha sido de esta forma toda mi vida...
No sé por qué, pero siempre que estoy a punto de herirme por accidente,
quienes están cerca de mí reciben la herida. Una vez me corté con papel durante clase y eso causó que dos personas a mi lado sangraran de sus dedos, estuve en un accidente vial, y aunque fue mi lado del auto el que recibió el impacto, quien desarrolló una pierna rota fue mi novia, siempre soy muy cuidadoso,
me cuido tanto tratando de mantener un estado de salud óptimo, incluso cuando fui asaltado por ese trío donde me dispararan en la cara...
Fueron ellos quienes colapason, no yo...)
[Aquí el único problema es; cuando los policías llegaron y me encontraron arrodillado junto a sus cuerpos, tratando de pensar qué debía hacer, sosteniendo estúpidamente el arma]
Tras solo treinta segundos desde que la ejecución comenzó, veo que tanto el verdugo como el capellán caen al piso sonoramente.
— Se los rogué... (repito, llorando desolado)